jueves, 28 marzo, 2024

La mirada de Renoir

Así se titulaba un artículo de Martín Garzo que apareció en un periódico sobre este pintor impresionista. Después de leerlo copié muchas de sus frases, porque sentí que describía un “modo de mirar” que necesitamos aprender. Nos disponemos para el verano y creo que es un tiempo favorable para disminuir este ritmo galopante que se apodera de nosotros y que nos lleva a “mirar sin ver”, y dejar que se nos ejercite la mirada, que nuestros ojos se posen serenos sobre la realidad y sobre los rostros.

“Los cuadros de Renoir transmiten una sensación de gozo y misterio. El artista busca compartir la emoción que le causa estar en el mundo y disfrutar de él”. Este gusto por la vida, esta capacidad de disfrutarla, de admirarnos, se me hace muy necesaria en estos tiempos de eficacia y rendimiento. La contemplación siempre es gratuita. “Hay que dejarse ir por la vida -decía- igual que un corcho por la corriente de un arroyo”. Renoir no pinta para preguntarse por el sentido de las cosas sino para celebrar que están a nuestro lado. Pintaba para captar la poesía del mundo. Se centraba en esa aventura de la luz sobre las cosas”. Qué preciosamente dicho ¿Para qué pintamos/vivimos nosotros?

Cuentan que no pintaba a sus modelos desde fuera sino que se identificaba con ellos, que la pintura era un acto de comunión, un misterio de cercanía y de proximidad. Qué contraste con un “cuadro vivo” que presencié en Granada hace unos días: una manifestación numerosa de un barrio que protestaba contra “Calor y café”, porque no querían “que los indigentes ensuciasen sus calles”. ¿Cómo se nos puede enturbiar la mirada de esta manera? ¿Alejarnos así del misterio de los otros, de su necesidad?

Sentí que nos urge recuperar esta mirada del pintor: todo le interesaba y en todo ponía una atención amorosa. Tenía una gran capacidad de sentirse unido a cada criatura. La frase que, en El libro de la selva, el gran oso le enseñó a decir a Mowgli en todos los idiomas de la selva para que no tuviera ningún problema con ningún animal: “Somos de la misma sangre tu y yo”, podría ser el lema de toda la pintura de Renoir; y es, también, lo que nosotros querríamos decir a través de esas pinturas que son nuestra vida cotidiana: “Tu y yo compartimos la misma vida de Dios adentro”. Renoir señala algo y nos pide que lo miremos con él. No busca espectadores sino cómplices.

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