jueves, 28 marzo, 2024

Aprendiendo a amar

Ésta era la oración diaria del israelita piadoso: “Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal. Las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales”.
Ahora escucha la revelación del amor que Dios te tiene: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.
Guarda esas palabras en tu corazón; habla de ellas para que todos conozcan el amor que los envuelve, para que todos reciban la vida a la que son llamados; átalas a tu muñeca como un signo que puedas ver y te ayude a recordar; sean en tu frente una señal que puedan ver los demás y que a todos les hable de Dios; escríbelas en las jambas de tu casa y en tus portales, para que entrando dentro de ti, entres siempre de la mano del que te ama.»
Tanto nos amó Dios que ya sólo cabe honrarlo acogiendo y alabando su amor, ya sólo podemos celebrarlo recordando su amor, ya sólo queremos servirlo imitando su amor, amor amigo de la vida, amigo de los pobres, amigo de los pecadores.
Tanto nos amó Dios que “estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo”.
Tanto nos amó Dios que en su Hijo, enviado al mundo para salvarlo, nos ha abierto las puertas de la vida eterna.
Tanto nos amó Dios que somos obra suya.
Cristo Jesús es la carne del amor que Dios nos tiene, memoria de cada uno de nosotros en el corazón de Dios, en su mano y en su frente, en las jambas y en los portales de su intimidad.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, Dios mío; que se me pegue la lengua al paladar si olvido el amor que me has revelado; que se me pegue la lengua al paladar si no pongo a Cristo Jesús en la cumbre de mis alegrías; que se me pegue la lengua al paladar si no recibo a Cristo Jesús en la Eucaristía, en la Iglesia, en los pobres…
Que tu Iglesia, Señor, transformada por la fuerza del Espíritu en Cristo Jesús, se haga ella también carne de tu amor para los pobres.

 

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