jueves, 18 abril, 2024

CREEMOS, ESPERAMOS, CLAMAMOS

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

Cuando el amor deja de ser misterio para hacerse evidencia, en realidad deja de ser amor.
Si la humilde confesión de fe -“Señor, el mundo ante ti es como un grano de arena… Te compadeces de todos… amas a todos… a todos perdonas”- es suplantada en el corazón del hombre por la suficiencia de la información sobre Dios –Dios tiene misericordia, Dios perdona, Dios lleva a la vida eterna-, la evidencia anula la esperanza y queda sin resortes el deseo: Zaqueo no se subirá a su higuera, pues nada queda ya que ver, y en los labios informados se apagará la oración, pues nada queda ya que pedir.
Quien ignora la libertad de Dios para amar, se protege con ello de un amor en el que no se atreve a creer ni sabe confiar.
Pero nosotros creemos, por eso clamamos. Porque creemos, la esperanza inunda el cielo con palabras de oración: “No me abandones, Señor, Dios mío; no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación”. Porque creemos, “corremos más adelante”, a la asamblea litúrgica, a la celebración eucarística, para salir al encuentro de la salvación que anhelamos. Porque creemos, subimos a la casa del Señor, porque queremos “ver a Jesús”. Porque creemos, esperamos; porque esperamos, clamamos. Clama el que ora, clama el que corre, clama el que sube: “No me abandones, Señor, Dios mío”.
Hoy eres tú, comunidad de fe y esperanza, la que escuchas, dichas para ti, las palabras del evangelio: “Baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Tú le has dicho a tu Señor: “No te quedes lejos”; y él, al llegar junto a ti, te dice: “hoy tengo que alojarme en tu casa”.
Y lo recibirás, asombrada y contenta de que se haya fijado en tu pequeñez. Harás fiesta, porque el amor de Dios te ha rodeado, porque la salvación ha entrado en tu casa. Y repartirás con los pobres todos esos bienes que ya no necesitas para engañar tu soledad.
Ahora, con Zaqueo el publicano, con el salmista, con la divina Sabiduría, también tú puedes renovar confesión y aclamación: “Señor, el mundo ante ti es como un grano de arena… Te compadeces de todos… amas a todos… a todos perdonas”. “Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey”.
Feliz domingo.

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