viernes, 19 abril, 2024

SÁBADO SANTO

Vida religiosa en clave de sábado santo
¿Podemos decir que el sábado santo es el icono de la vida consagrada hoy en Europa? ¿Qué estamos haciendo memoria de ese día y supliendo en nosotros lo que falta a la pasión de Cristo? Como vida consagrada hemos tenido nuestros advientos, navidades, cuaresmas y pentecostés. También nuestros viernes santos. Hoy creo que en Europa nos encontramos en el sábado santo.
Quienes esto no entienden hablan más bien de un sábado de sepultura y ¡se acabó! Ese sábado no tendría nada de “santo”; sería el sábado del castigo y de la sepultación de aquello que culpablemente se ha visto privado de vida. Y esto se puede pensar y sentir no solo fuera de la vida consagrada, sino también dentro. El desconcierto ante el viernes santo puede ser tal, que no quede esperanza, ni razón para la misión.
El ocultamiento de Dios en este día de la vida consagrada es sólo provisorio. En nosotros late la teopatía Y nuestro Dios no nos va a defraudar. No somos peores que nuestros padres y madres, aunque seamos distintos. Nuestro Dios no nos castiga. Y esperamos porque “creemos en Él”, esperamos lo mejor de su bondad. Porque sabemos que el Espíritu Santo nos seduce y sobrevuela y protege todos nuestros proyectos. Y nuestra amistad y devoción a María de la esperan mantiene el ritmo de nuestra espera.
¿Qué nos dice a la vida religiosa el símbolo del sábado santo?
Que no hagamos caso a las malas noticias, aunque se nos diga que la vida religiosa europea no tiene muchas razones para estar humanamente esperanzada.
Que este es el momento en el cual podemos nacer de nuevo del Espíritu, de lo alto, aunque por otra parte estemos descendiendo a los infiernos.
Que este es el día de las mujeres discípulas, que cuidan el cuerpo muerto y lo ungen con aromas y del desconcierto de los discípulos masculinos que se desplazan a Galilea, o a Emaus.
Que es el día de la paciencia, el día de la esperanza frenada, el día en que la esperanza es acrisolada por el fuego.
Que el nacer de nuevo a una esperanza viva no depende de nosotros, sino del Padre, tras su día de reflexión.
En el sábado santo de la sociedad europea, somos tierra de penumbra. En ella se anticipa la esperanza del día de Pascua. Como las mujeres vamos hacia el sepulcro, llevando aromas. Las oraciones son aromas que el Espíritu recoge en su copa. La esperanza es aroma que hace olvidar la putrefacción del cadáver. En la noche del sábado santo, nos proponemos dormir poco y levantarnos muy de mañana, porque algo va a pasar. El Abbá va a dar a luz. El Espíritu se ha quedado sin Palabra, pero ya susurra. La voz del silencio ya gime. Algo grande se prepara.
Las discípulas y los discípulos de la vida religiosa están a la espera. Reunidos en torno a María. Orando con María, la madre de Jesús, la transparencia femenina del Espíritu.

 

 

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